martes, 1 de abril de 2014

UNA NOCHE. SUICIDIO DE MARCO FONZ


 

 

 

 

----------------------------------------------------------UNA NOCHE.----------------------------------------------

                                                                 -------PARA MARCO FONZ.-------

Roberto Reyes Cortés.


5o.reyes.

 

Tiembla la noche en su penumbra quieta. Los ruidos callan y las sombras vagan. Hay en el frío un insomnio de fiebre. Es la hora cierta, en que las palabras asoman, por las oquedades de antiguos recuerdos. De las tempestades, que se escondieron al paso del tiempo. Dónde se fueron aquellos sucesos, que un día pasaron sin marcar sus huellas en el pensamiento. Dónde se almacenan la vida y la calma. La muerte colgando de un árbol de palma. Cuáles los resquicios torcidos del alma en que se juntaron los mitos, los ritos, el río. Aquellas pasiones que se desbordaron. Los sueños que un día tuviste y que se marcharon apenas los viste. Es la noche intensa que a nadie perdona. La que hace mirar cosas que apenas asoman. Vienen transitando todos los caminos. Aquellos frutos verdes que un día cortaste de un árbol olvidado y otros que no quieres haber conocido. Pero es imposible olvidar lo ocurrido, que la mente humana es tan complicada, que sin darte cuenta, estás hablando de mil cosas que son tan extrañas, que nunca miraras. Lugares sin nada, historias lejanas, que ahí tras los sueños y en las madrugadas, cuando el alma duele y sufre cansada, vienen caminando como una parvada.  El hombre parado en un barandal, que es solo una nube que cuelga del cielo, se encuentra mirando el paisaje lejano, con sus ojos secos, sin agua salada. Quiere ver el mar y seguir las huellas que marcan los vientos. De dónde llegaron con su furia inmensa aquellos aullidos de lobos hambrientos, que destruyen todo lo que hay a su paso y con furia loca que nadie detiene, se ahuyentan riendo, como si nada hicieron. Solo una pintura se encharca en el lodo que nada perdona y un olor a muerte hoy flota en el aire. El pesar intenso recorre la calle y entre las ciudades no hay vida ninguna. Pero el hombre muerto, otea los rumbos, mirando por siempre sus pies y sus manos.-------------------------------------------------------------------------------------------